jueves, 30 de septiembre de 2010

Ecología Bella


Monterredondo

Mi tierra del Limarí conserva rincones en sus cerros, quebradas y playas, en que la naturaleza se expresa libre e  ignota.

Una extensa costa inexplorada, alejada de las rutas turísticas, donde se mantienen desde hace muchas generaciones tradiciones marinas. Allí, en caletas perdidas en el tiempo, es posible compartir esa rica experiencia, con los descendientes de los Changos, pueblo originario de Chile que mantuvo el control del territorio hasta hace apenas un par de cientos de años.

Nadar en playas desafiantes y solitarias, comer peces y mariscos recién sacados por nosotros mismos de la mar, fotografiar lugares que no aparecen en los mapas, inmortalizar plantas y animales que nos observan sin desconfianza, mientras el silencio de la tarde nos prepara para disfrutar de atardeceres de colores intensos.

Humedales, como el ubicado en el sector de El Tangue, nos esperan para brindarnos -gracias a la biodiversidad que cobijan- toda su riqueza ecológica; de la que también es heredera el Parque Nacional de Fray Jorge, una valiosa Reserva Mundial de la Biósfera, ubicada a 400 metros sobre el nivel del mar, en los cerros de la ladera norte de la desembocadura del Río Limarí,.

Cada año lluvioso, como el actual, el semidesierto despierta de su letargo, y al llegar la primavera septentrional –septiembre y octubre-, las laderas inertes se llenan de vida en el famoso desierto florido; una explosión de flores rústicas y sorprendentes, como la añañuca.

Playa Grande de Tongoy.

Humedal El Tangue.